¡Empanada!.
Esa es la palabra. El estado psicomental, en el que me encuentro sumida desde mayo, hecho verbo: ¡EM-PA-NA-DA!. ¡Empanadísima!. Así estoy. Así me halló, ¡aún hoy!, con la permanente necesidad de desconexión, el letargo vacacional y el temor laboral. Todo junto.
Mis guisos y cociditos mentales se han despedazado tanto que han quedado hechos fosfatina, tan amalgamados y finos como me gusta picar y encontrarme el huevo duro, el atún, las aceitunas, los pimientos rojos y verdes y la cebolla,…
Es decir, los ingredientes de mis empanadillas preferidas: las tradicionales. Aunque no rechazo ninguna otra variedad, que sigo siendo ecléctica. De hecho, ¡cómo disfruto con las empañadillas del Fenicia!
Mis escasas ideas se han empapado, pochándose hasta reblandecerse, con los jugos salados de las playas de Andalucía, con sus finos, olorosos y amontillados caldos y con las de Tarragona después, con su vermú rapitense. Igual que se maceran, «lento, muy lento» que cantaría Julieta Venegas, sin prisa alguna, los pedacitos entremezclados con el tomate y el aceite de oliva.
Mis pensamientos se han guarecido bajo los árboles del pueblo moncaíno y de las sierras alpujarreñas como si se tratase de la envoltura crujiente, ligera pero sólida que conforma la oblea de las medialunas trigales. También en la forma optó por la tradicional. ¡Y ahí, ahí mismico, se quieren quedar!.
Bajo un manto sabroso y firme, que cobija a todos los ingredientes, bien unidos y en su justa medida y coherencia con la forma. -¡La que debería buscar yo!-. Suavemente envueltos pero sin dejarlos salir, tras doblarla y cumplir con el ritual de ajustar el pulso y presionar con mimo los bordecillos dentados de la pasta, sirviéndose del dedo o el tenedor -nunca he usado aparato alguno, aunque existir existen los «doblaempanadillas».
¡Me encantaba hacerlo de niña!, era mi esperada labor dominical. Disfrutaba haciéndolo porque era realmente fácil y, si lograbas el cometido, el interior te era fiel. No se despanzurraba a la primera de cambio. Siempre te espera a que le des el primer mordisco para desplegar sus jugos. Permanece sin desparramarse, se aquieta y cohesiona, con el temple, tanto que el resultado se convierte en un juego: es una comida que se puede llevar y traer, que proporciona placeres al aire libre, que puedes disfrutar sin las ataduras del cuchillo y el tenedor, – ¡las manos bastan y sobran!- y que puedes sentir plenamente porque, tan pronto como se fríen o se hornean, comienza a llenarse el ambiente con los ricos olores. ¡Y cómo disfruta la vista viéndolas dorarse!, ¡cómo se calienta el alma al tomarlas entre las manos aún tibias!, ¡cómo se abre un mundo al sentir los sabores tan bien confabulados con su punto de salpimienta, gracejo y amor!.
– ¡Ozú, ozú! voy a dejarlo- ya te digo yo que estoy blandita y más que empanada!- para decir tamañas cursilerías no hace falta ponerse a escribir.
Noñerías aparte, sin duda es un gran recurso el de la empanada y sus versiones menores: las empanadillas. Una buena solución para tapeos, cenas y entremeses. Un sabor hispano secular que tiene tantas presencias como cocinas y bares, que no falta en latitud alguna aunque sus nombres cambien (pastel frito, arepa, empanadilla,…) y que puede encerrar tantos secretos en su interior que siempre es una sorpresa.
Como decía el polifacético porteño Enrique Santos Discépolo: «Cuando rompamos con los dientes esa bisagra prolijamente frita, en ese momento importante y misterioso: ¿Qué encontraré adentro? Porque el arroz no es nada más que arroz y dentro de la carne sólo hay carne, pero más allá de la empanada está la sorpresa y la investigación».
Así que me viene como anillo al dedo el nuevo evento tuitero que se prepara mañana, ya hoy: #DíaDeLaEmpanadilla.
Es la excusa perfecta para hacerme reaccionar, la que ha logrado reactivar mis ganas de escribir. Tal vez porque es una tapa/comida sencillísima de elaborar (no da quebradero de cabeza alguno el recurrir a la tradicional que nunca falla: la empanadilla de atún y pimientos). Es rápida, sana (más aún si se prescinde de la fritura pasándolas por el horno para que se moreneen con un poco de huevo para ayudar, claro), muy económica (que con los gastos del verano, los reencuentros, cumpleaños y actos que no cesan viene bien no andarse con flores escarchadas). Y, emocionalmente, me aporta la seguridad que preciso. Toda la del mundo y más. Es miembro por excelencia del triunvirato de mis sabores infantiles: albóndigas, croquetas y… ¡¡¡EMPANADILLAS!!!!.
No sé a quién agradecerle la idea, por tanto bien como me ha hecho, que ha sido tan terapéutica que ha logrado romper mi mutismo cibernético. – ¿Puede ser, será @78marijose, del blog La cultura del tupper?. GRACIAS A TODAS LAS CABEZAS PENSANTES QUE HAY DETRÁS DE «LOS DÍAS DE». Pero sí sé a quién agradecerle el logo: es producto de la creatividad de @pasardelaire (del blog con el mismo título). Gracias a tí, especialmente, por esforzarte también y eso pese a no «acabar de inspirarte».
Que bueno que estas de vuelta. Que linda las empanaditas con caritas 😃
Son simpáticas, ¿verdad?. Encontradas hace años en un escaparate de Amposta, no pude resistirme a comprarlas y a fotografiarlas sin saber muy bien para qué. Hoy, ham encontrado su sitio. Todo llega. Un besazo de buenas noches.
Encannaaa?? o Comedieta II, el retonno
Celebro volver a leerte, con o sin empanadilla de Móstoles. Nos tenías muy solos, lo sabes ¿no?
¡Uff!. No era conciente de las ganas que tenía de leeros, de comunicarme contigo, con vosotros, hasta que no he visto encendido el bocadillo de nuestro San WordPress. Mil perdones por el abandono y la falta de creatividad con mi retorno algo chapuzas pero es que cuando me despego de algo…¡cómo me cuesta volver!.
Un beso enooooormemente agradecido por estar aún ahí, Albertobé y Rebeca (y a todo aquel que aún ose asomarse por mi cocinilla). Gracias.
¡Qué buen humor gastas siempre, Bé!. Así da gusto regresar. Buenas noches
Nena!!!!!! Desempánate y publica más a menudo que te echamos en falta (aunque no comente te leo siempre!!!!!!)
¡¡¡Uff!. Gracias por tus palabras y por lo de leerme. No soy consciente. Yo también soy lectora del tuyo pero, últimamente, os había abandonado a todos, sin excepción. ¿Una necesidad de sentir que hay vida, lectura, espacio comunicativo,… más allá del teclado o del móvil?, ¿simple pereza?. No sé. Quería haberlo averiguado antes de volver a escribir. redefinirme y esas pretensiones tan altas que se tienen en septiembre pero…¡si seguía en las mismas: no iba a escribir más!. Ahora intentaré regresar si no a escribir mis cociditos, al menso, a apreciar y comentar los vuestros. Un beso
Gracias! Se me acumulan los comentarios a tu post! No me caben en el cuadradito! Ya iré diciendo!
Besos!
¡De nada!. Yo no sé si el logo era definitivo o no, ni si todo el mundo lo habrá usado, pero como te dije… ¡a mí me encanta!. Colores otoñales, gama cercana a los tostados que adquieren al soasarse; formas divertidas, jugando con la letra, siendo útiles,… ¡Un acierto!.
Besos
Ganas de me han dado de comer empanadillas a estas horas tempranas en las que te he leído.
Celebro leerte de nuevo.
Un beso.
¡Hola, Alberto, muy buenos días!. Excelentes están siendo gracias a los reencuentros. ¡No te prives y cómete una que seguro que no faltan por tus madriles!.
Me sumo a tu celebración y acudo a ver que se siente y se baila por tu casa.
Otro besín de retorno
jajajja genial!!!!!! desempanada estás!!!!! me gusta tu receta y tu sentido del humor, bsss
¡¡¡Muchas gracias, Marga y sé bienvenida!!!!. ¡Con tantos ánimos, me veo más inflada y dispuesta a darle a la pluma! -¡digo al teclado: seré anticualla!.
La tuya es una delicia que pienso probar. Buscando alternativas al freír, me he decantado por el horneo pero hacerlas al vapor siempre me ha despertado curiosidad aunque no me he atrevido aún a hacerlo. Muy, muy ricas y saludables te han quedado.
Por ceirto, como mi otra afición son las plantas y cultivos, me ha encantado ver la referencia al Huerto de los López, suelo seguirlo.
Un beso
Pingback: Empanadilla de morcilla con confitura de Frambuesa y Pacharán #DíaDeLaEmpanadilla | La Cultura del Tupper
Gracias, Lady Tupper. Lo de rellenarlas de morcilla, con frambuesas y pacharán suena sublime. ¡No me quedan días para tanta empanadilla!.
Qué doraditas…no te conocía, pero me alegro de que te desempanes y vuelvas. Este relleno, el clásico, me vuelve loca. Besos
Y a mí me ha vuelto loca tu empanada de altos vuelos: ¿¿¿¿¿solomillo Wellington en empanadillas?????. Menudo aspecto, menudo nivel. Genial. Gracias
Uy, da hambre sólo escucharte. Qué bien que estés de vuelta, qué bien leerte y qué bien, además, porque ahora yo también quiero hacer empanadillas en casa y cerrarlas, como cuando era chica (lo del cerrarlas era lo único que me permitían) con el tenedor. Sí que se te ha echado de menos, sí. Pero vienes con energía…
¡Ja, ja, Kitty, qué bueno que te dé hambre!. ¡Qué bueno despertar a lo salvaje usando los dedos como herramientas, comiendo gracias a nuestra singular, evolucionada y maravillosa pinza!. Lo de la energía no te creas que es tanta. Pura pose que tiene una (no, no, es broma: creo, realmente, que era el revulsivo que necesitaba). Un besazo enoooooooormeeeeeee. ¡Menuda alegría oírte también por aquí!. Gracias
¡Celebremos la empanada! Felicidades. Un abrazo.
¡Muchas gracias!. Tus últimos puñados de canicas también me han encandilado.Un besote
madre mía wapa, qué prosa tienes!!! Espero que salgas definitivamente de ese letargo para disfrutar más de tus letras y tus recetas 😉
SAlu2. Paula
Muchas gracias, Paula!. Mis zarpas son más bastas y mi prosa y mi cabeza necesita un «reseteo» a fondo,
pero me alegra sentir vuestros ánimos.
Un beso dulce.