CON LO QUE PECO LEYENDO MIENTRAS SE CUECE O VICEVERSA

Alberto, desde sus Desafectos me invita a un banquete literario. No soy la invitada de mesa puesta. Debo ejercer de anfitriona. Si quiero catar los manjares de ese premio, debo guisar. Me empuja a la olla donde burbujeaban las letras de mi sopa y en el que, ahora, sólo se cuecen de aburrimiento las telarañas. Para rescatarlas, me propone cocinar un relato, un test encadenado sobre los pecados capitales y el  placer lector.

DSC_8089En un primer intento, no puedo. No quiero ni acercarme a mi cocina. Cada vez, da más pánico. Se ha convertido en un lugar casi ajeno. Oscuro. Vergonzoso. Como esas visitas al especialista que postergas -si hubiese ido nada más que hacía el año, pero ahora…- Como esas llamadas que no hiciste a tiempo y ya no sabes cómo hacerlas sin sonar tan full como en Estambul -si le hubiese mandado un mensaje por su cumpleaños, pero ahora…- Como esa receta «Del Día de» que tanto te emocionó pero no publicaste – y, ahora, ¿para qué?…- Obstinada, también opongo resistencia porque a mí tampoco me gustan las cadenas, ni siquiera éstas virtuales, ni aunque versen sobre la alimenticia literatura.

cedena rota

Vuelvo a sentir su llamada. Me agarro al borde de la perola. Demasiado caliente. Su ardor parece avivarse con mi confusión. Hasta mí llega el olor de su buen guiso, el que él hace con sus mejores relatos. Y siento que se lo debo. Atisbo la posibilidad. La contemplo, diminuta, crecer y crecer. La acaricio, la fermento, le doy cuerpo. Paladeo los aderezos que podría venirle bien. Si no me doy prisa, la marmita arderá, se «pegará»,  se echará a perder. Urge engrasar. Rápido. ¡Ya!. Nada mejor para sustentar mi «cocidito»,  para ser el fondo que amalgame mis pecados que ese relato que siempre me acompaña, ése que devoro con gula. GulaCreo que cualquiera de Jesús Ferrero me puede servir, o de Cortázar también, sus Famas, sus instrucciones y sus perseguidores siempre casan bien con mi ánimo. Al final, me decanto por «Belver Yin». Sí, creo que el sabor oriental será una óptima base, aunque cuando lo descubriese ni siquiera había pisado un restaurante chino (¿es creíble escribir que hubo un tiempo en el que no sabíamos lo que era un “rollito chino”, en el que Sushi era un diminutivo y en el que no existía, al menos en mi ciudad, ningún restaurante asiático?). Soy incapaz de repetir una receta al pie de la letra, necesito cambiar algo. Incapaz de relecturas sistemáticas. A lo sumo, si el apetito está caprichosín, voy a lo seguro: a la paella sustanciosa, a la bandeja de canelones o a la fuente de croquetas, y, por supuesto, a los cuentos y poemas cortos que nunca jamás empalagan ni causan empacho. DSC_0017

Tras esa decisión, me siento. Fiel amante de Bartola como soy (o estoy, que ya ni de verbos sé cuál asignarme), no termino nunca de ponerme a leer «En busca del Tiempo Perdido»porque es la colección de libros que más flojera (pero más deseos) me ha procurado. La arrastro desde los tiempos del añejo BUP. Ni tampoco termino de ponerme con la repostería ni de cocer una entrada digna de merecer. La perezacrece en mi artesa. Se infla. Está a punto de reventar, estropeando lo poco cocinado hasta aquí. DSC_8331

Debo de retomar otro ingrediente que me haga levantarme. Nada mejor que la pasión, el lujurioso deleite de estirar una masa, mientras siento como se tensan mis pectorales. No hace falta más gimnasio ni más fuerza impulsora. Tesón y constancia pasional. Añado una pizca generosa de canela y clavo a la salsa y me pongo a escarbar personajes llenos de voluptuosidad, aunque pueda aparecer oculta a primera vista. Aquellos que aportan aromas peculiares de naturalidad, confusión y placer por implicarse en la vida. Los que apuntan redondeces, huyen de lo plano y se inician, en orgías y festines, en el pánico -si es preciso- o se lanzan temerarios al complejo arte de vivir. No es imprescindible que mis comensales sean mitos (no hace falta sentarse al lado de Lady Chatterly, Lolita, Gatsby ni de Alejandro, por muy de Mary Renault que sea) pero no es mi cocina para timoratos/as al estilo Austen. leyendo7

Con invitados así, me tengo que esforzar. Eso sí, sin robar nada en la “Tienda Gourmet” o descargar ilegalmente la creatividad ajena. Puedo hacer que este caldo de ingredientes humildes, agrade y se desee un poco más. El secreto: ingredientes frescos, de calidad. Sin grandes costes. No pasa nada si no le añado foie ni caviar a mi farsa. No es por ser rancia, sino por prudente. No es por ser ávarasino por ser fiel a la máxima que en la mesa (y en la librería) hay que saber buscar y comparar antes de comprar. ¿Por qué quedarnos “tiesos” y constreñidos con los tópicos best-sellers de tapa dura si, esperando un poco, se puede devorar en bolsillo o prestarlo de la biblioteca o paladear un clásico de la segunda mano? ¿Por qué renunciar a una cena a fin de mes por no poder servir rodaballo salvaje y Veuve Clicquot cuando podemos reunirnos en torno a una Raclette de hortalizas y queso regada con una buena garnacha del terruño? Tengo en mi despensa exquisiteces literarias y gastronómicas compradas en saldos y/o regaladas. Pero aún así, tampoco soy acaparadora ni acepto que nadie se arruine por mí. Mesura con la sal y el papel impreso. Bolsillo5

Con estas premisas, la buena digestión está asegurada, la tertulia de sobremesa, también. Sin orgullos ni fastuosidades nadie se atraganta. No conviene molestar a los agasajados con petulancias literarias, ni aburrirlos con monsergas sobre el proceso de cocción. Mejor dejarles reposar el yantar con suaves melodías y susurros sobre mundanales trivialidades. No tengo ni memoria ni “asadura” suficiente para recitar versos gongorinos ni pasajes del Quijote o de las obras de Sakespeare. No conviene terminar una comida con un postre pesado. Cae mejor un helado o una ligera mouse. helados

Y, ya puestos, tampoco me amargo la cena por un mal café. No siento la picazón de la ira ni al leer ni al comer. El plato que no ha resultado ser lo esperado, lo retiro sin más. Ya lo reintentaré en un día de más inspiración o con un nivel de tolerancia y experimentación mayor. No pasa nada. A tipos-de-cafeHay que aceptar que no todos tenemos el mismo paladar. Del libro, del autor que me defraudó en su día, también opino que pudieron ser mis papilas, que no era mi momento. Para hacer una buena cata, siempre, hay que tener la boca limpia. Hay una etapa en que no se quiere arriesgar nada por mucho que insistan los demás. Gustos fijos, ideas inamovibles. La lista del País y la receta «de mamá». Luego te lanzas a probarlo todo con insensatez. Las más, obtenemos una gran satisfacción experimentar la combinación de sabores y texturas más rara encontrada en la web, la recomendación más singular de la lista editorial. Y, a veces, sale mal por no habernos servido seguridad pero eso es avanzar. ¡Claro que me fastidia quedarme con hambre después de tanto trabajar! y hay autores a los que tengo “respeto” y miro con recelo  pero si “tengo el día arriesgado” lo reintento. Eso sí, nunca como ratas (a sabiendas) ni leo novelas rosa por muy aparentes que vengan envueltas ni con lazos desde Suecia.

Y, así, sin envidiaspor no estar sentados en el Celler de Can Roca, ni haber pisado el Noma o no haber ido al Bulli (ni siquiera haber estado a las puertas del Tickets) desmantelo el salón. Deseando reencontrarnos para tener la excusa de cocinar, de leer, de escribir y de gozar. No hay tiempo para leerlo ni probarlo todo. La vida es corta y las opciones, múltiples. El placer puede ser intenso a pesar de estar hecho de miguitas. Hay que elegir y tenerlo presente. Es fácil. Como fácil ha acabado siendo volver aquí, a mi fogón. Gracias, afectuoso Alberto. Una brizna liada ha prendido esta mecha por ti.

SUEÑOS COMESTIBLES————Cociditos fuera del plato———————-

Pd.: Para lo que no encuentro fuerzas (pese al lingotazo de vino quinado que me has servido) es para enfrascar a otros en la tarea. Lo siento pero los blogs que acuden a mí o ya han comido este reto o están sesteando. No me atrevo a incordiar su descanso ni a indigestarles con tazón doble.

Y, por último, en vez de música, quiero acabar enlazando a un blog que sabe mucho, pero mucho de literatura, del oficio de escribir y del vicio de leer. Lo hago porque cuando leí esto sí sentí muchos de esos pecados juntos: la entrada de Sergio del Molino sobre el porqué de sus cosas.

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4 respuestas a CON LO QUE PECO LEYENDO MIENTRAS SE CUECE O VICEVERSA

  1. Que grande eres Cecilia.
    Como no podía ser de otra manera me ha gustado mucho como lo has escrito.
    Por cierto de J. Ferrero sólo he leído Belver Yin hace muchísimo, y me gustó, tendría que intentar leer algo más del autor, pero siempre lo pospongo.
    Gracias por el enlace de Sergio, ya hace tiempo que le sigo desde que vi alguna referencia hacia él en tu blog, cierto que a veces se me hace un poco pesado en sus post larguísimos. Qué se le va hacer!!
    Respecto a no seguir con la cadena, ya sabes que yo tampoco soy amigo de ellas, por lo que la disculpa, es aceptada y entendida completamente. 🙂
    Ahora que ya has vuelto a manchar la hoja en blanco, espero que sigas escribiendo y publicando para poder leerte.
    Un beso grande.

    • Liacice dijo:

      ¡Ya has hecho bastante sentádome al teclado!. No me sonrojes, Alberto. La verdad es que me senté y lo escribí, así, de tirón y sin corregir. Ahora veo que he olvidado algunos necesarios espacios, hay frases prescindibles y hay aspectos mejorables pero, para evitar el echarme atrás, era la única opción. Dejar fluir mi pensamiento enredando gulas. ¡Menos mal que tenía los pecados para agarrarme a esa estructura!. He disfrutado, de verdad.
      Podía haber aludido a otros escritores, a otras obras. He leído mucho en otro tiempo. Devoraba, como Sergio, con total libertad. Nadie me controlaba. Ahora, tampoco me controla nadie. Me niego a dejarme arrastrar por las modas literarias. Pero leo menos, mucho menos. Lo confieso. Desde que entré en el mundo cibernético el tiempo se me escurre. Aunque tal vez debería decir que no es que no lea, lo que ocurre es que leo menos lnovelas. Porque leo artículos periodísticos, ensayos, relatos de altura en los blogs que sigo (¿te suena, no?), leo libros de antropología, de jardinería, de gastronomía, leo libros digitales, leo todo lo que va a parar en mi muro o en mi línea de Twitter, sigo leyendo periódicos, microrrelatos, cuentos, poemas, Haikus, … Tal vez, leo menos ficción. Eso está claro. Y será sólo una etapa.
      Sobre Jesús Ferrero, fui fan, fan, total. Lo descubrí a los quince/ dieciseis años. Gracias a una amiga que tenía hermanos mayores muy modernos, «de la movida». Gracias a ellos, íbamos a conciertos, exposiciones con perfomances, oíamos radio3, veíamos «La Edad de Oro» y sucumbimos al cine francés. Jajajaja. Y Jesús Ferrero siempre, de una manera u otra, estaba ahí. Con Auserón (con el que le confundía), con Eduardo y sus Parálisis Permamentes,… ¡Uf, que de años!. Mejor lo dejo o la melancólica, hoy, voy a ser yo.
      No lo seguía proque me lo recomendasen. Eso sólo fue el principio. Ni por los premios que iba ganando. Me encandilaba su forma de narrar lo salvaje. Conectaba conmigo. Escribía para mí. ¡Hasta a una de sus personajes le llamó Cecilia y el discurrir de esa tocaya irreal tenía muchos puntos en común conmigo… !. Con él aprendí literatura, sociología, física, historía, mitología,… Y me los compraba todos. En bolsillo pero míos. Y serían de los pocos que me dolería perder en un incendio.
      Aunque, hace poco, se los dejé a leer a un amigo y no le gustaron nada. Tal vez, si los releyese, viejuna como soy, ya no les vería la magia. No quiero correr el riesgo. Prefiero el sabor del recuerdo. Desde hace un tiempo, básicamente, le sigo en El País. Allí, escribe opinión en «La Cuarta Página» (el artículo sobre «La política de la negación» me ha hecho reflexionar sobre la obesidad más que muchos de los libros que me había leído sobre el tema). Su pensamiento, sea en artículos, poemas, narraciones, etc. siemrpe me parece enriquecedor y divergente.
      ¡Cómo me estoy enrollando con mi mítico calvo!. Se nota que le amo y mi tendencia a la fidelidad. Jajajajajaja. No puedo ocultarlo, auqnue quiera. Una vez se me conquista, no me despego y, sin egoismo, quiero globalizarlo. Perdona el tostón. Esto parece ya otra entrada, exclusivamente suya. ¡Me pasooooooooooooooo!.
      Iba a contarte más cosas sobre mis escritores y personajes bandera, sobre los que no escribí, porque no me surgió y, con la relectura, pienso «¿cómo no pude contar las andanzas de X e Y o la vida en o por qué no lo centré más en las novelas en las que se cocina que habrían pegado más?».
      Mi intención era subsanarlas apoyándome en tu comentario pero, ¡ya ves!, ha vuelto a pasar. Tengo «mono» de teclear y mi cabeza ha ido por sus propios derroteros. Mil disculpas, Alberto

  2. Angela dijo:

    El plato ta ha salido exquisito. No lo dudes y sigue cocinando. Un beso.

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