Acabo la feria. Y no he bailado sevillanas porque de eso no se trata. Ni bailes ni charangas, sólo nuevos libros para alimentar mi espíritu hambriento.
No sé si esta edición habrá ido mejor o peor que otras para editores, creadores y libreros. Es fácil pensar que la crisis duradera no beneficia pero…¡nunca se sabe!. Al menos yo, he paseado menos pero comprado más que otros años. Y he disfrutado también bastante más. Balance más que positivo salvo para mi bolsillo.
Gracias a este blog, mi vivencia de muchos aspectos habituales está variando. Miro las cosas con más atención, bajo otro prisma. Con ánimo glotón, aspiro a que no se me pase nada que luego pueda transformar en una frase, en una foto, en una idea, en una receta. Aunque luego la mayoría de lo que registro luego me sirve para poco- no proceso- pero…
Objetivo, en esta Feria 2011: Literatura de la buena y Gastronomía en papel. Microrrelatistas y blogueros que, además, tienen tiempo para escribir libros. También abrirme mi sociabilidad- en hibernación, anterior-. Y, un poco de todo eso, encontré y, por eso mismo, mi paso por ella fue sustancialmente diferente. La saboreé con algo más de urgencia de lo habitual en mí. Esta vez, sabía exactamente, lo que buscaba. No me dediqué a manosear contraportadas, dejándome engatusar por la moda literaria. No remiré temas que ni me van ni me vienen- aunque me acerqué a ver las ediciones facsímiles del Club Bibliófilo Versol y otras rarezas o novedades-. Iba directa a por las metas marcadas. Abierta a sorpresas, eso sí. Y de hecho, ocurrió.
Nada más llegar a Tropo Editores caí en una tentación. Iba con la intención de colaborar en la realización del documental de Laura Sipán- que el Día del Libro no pude alcanzar- comprando los libros necesarios. Y, desde el mostrador, me llamó a gritos el Libro de Tiempos de Cocción, de Puritani. Lleno de fotografías de Zarzel e Inés Zamora y con collages de Susana Vacas. El estupendo chef del Festín de Babel se supera también como escritor. Siempre transgesor. Lo buscaba, así que no hizo falta que Mario me convenciese, ni siquiera su oferta de dos por uno hubiese sido necesaria -pero me encantó porque así Patricia Estebán me ha acompañado en el autobús estos días-.
¡Mochila casi llena en sólo un puesto!. Record hasta la fecha.
Me despedí de él, sin hacernos pasar por la calamidad de las firmas. Odio ese momento. Prefiero comprar el libro cuando el escritor no está delante- de hecho, eso me ocurrió con «Un día me esperaba a mí mismo», de M. A. Ortiz Albero, que lo dejé para otro día porque acechaba el autor y su boli alzado-. Me incomoda la obligación de tener que pedirle que me escriba una estandarizada dedicatoria. Ni aún conociendo al autor- o precisamente por eso- dejo de sentir que es una obligación penosa para ambos. Menos mal que Mario es de los míos y agradeció el que no se lo pidiese. Recomiendo sus escritos propios- Mario de los Santos– pero también sus libros como editor junto a Óscar. Por comprometidos y prometedores ya desde sus cuidadas portadas.
Me dirijí luego a Re Coquinaria. Confesa adición la que me han creado también. Amable, tímido y siempre atento, me recomendó otra perla de la Val de Onsera y «Confesiones de un chef», de Anthony Bourdain. Satisfecha y con más carga, partí hacia la Central a saludar a Javier- compañero de fatigas estudiantiles y de la vida en el pasado. Y eso fue lo que me ocurrió, que el pasado regresó con dos fantasmas: el del profesor del Instituto que ya de joven parecía un anciano- y la edad no le ha hacho mejorar ni en aspecto ni en humor como constaté- y el de una compañera de Instituto, metida a escritora. Imposible librarme de su firma. Ni de la larga conversación, basada en su vida, of course. Cuando logramos despegarnos, me dejé sorprender por la literatura infantil CON «cocina rápida para tortugas»– de Pepe Serrano de Editorial Nalvay– mientras buscaba si Sergio del Molino, había podido ver su libro editado, por fin. Parece ser que aún no. «El restaurante favorito de Nina Hagen», me esperará más adelante.
En fin, me despedí de la Feria con el corazón contento y lleno de alegría- como cantaban en los guateques- pensando cómo voy a poder organizarme para leer todo esto más lo pendiente y acumulado, más los blogs que sigo, más releer lo que escribo- ahora se comprende porque no están debidamente corregidas mis entradas-, más trabajar, vivir y convivir. Tiempo. Me falta tiempo. Me pongo a Carlos Jean y Bebe de nuevo, para sentirme entendida además de feriada.